viernes, 23 de noviembre de 2007

Sobre Ámbar Negro de Alexis Naranjo

Por Juan José Rodríguez Santamaría

(Texto leído en la librería Rayuela de Quito el 27 de octubre de 2007
)


El ámbar negro es una rareza, por eso encontrarlo es siempre afortunado. Ámbar Negro es, a mi modo de ver, el mejor libro publicado por Alexis Naranjo. Hablar sobre la poesía de Alexis Naranjo, en mi caso particular, supone un curioso privilegio. En especial, porque la poesía de Naranjo se halla inscrita en lo que podría denominar mi biografía de lector. Ciertamente, un ejemplar de Profanaciones era uno de mis artificios predilectos para alentar a mis contemporáneos a leer poesía escrita por autores nacidos en este país. Sin embargo, mi adhesión a la poesía de Naranjo está relacionada a que dicho libro se desmarcaba de la poesía ecuatoriana que yo había leído hasta entonces. En efecto, como señalé en un pequeño ensayo académico, el despliegue imaginístico de Profanaciones supuso para mí –y presumo que para sus otros lectores- el encuentro con una voz muy original.

De hecho, este libro inaugura lo que lo entiendo como el primer ciclo de la poesía de Naranjo. En Ecuador, la impronta del neobarroco –que en el caso de autores como José Kóser o Néstor Perlonguer sería llevada hasta sus límites- tendría en Profanaciones y en Ontogonías su mejor expresión. Si bien el adjetivo de neobarroca resulta, como todo membrete, limitante, también es importante señalar que estos dos libros entran en las características que Severo Sarduy atribuye al neobarroco, por ejemplo, la proliferación: “una cadena de significantes que progresa metonímicamente y que termina circunscribiendo al significado ausente, trazando una órbita alrededor de él, órbita de cuya lectura –que llamaríamos radial- podemos inferirlo”[1]. Eso, ocurre, por ejemplo en el poema “Clairvoyeur” de Ontogonías.

El oro de las ruinas inaugura lo que yo denomino el segundo ciclo de la poesía de Naranjo. Si bien la expresión poética del silencio nos puede llevar a meras aporías, debemos entender que en el terreno técnico de la composición poética, tal como ocurre en la música, el silencio interviene en la composición, igual en el aspecto visual del texto como en el fonético[2]. El uso de los espacios en blanco (aspecto que en libros como Sacra se volverá decisivo), la brevedad de los versos, la brevedad de los poemas, las discretas aliteraciones (que aparecen como pequeños mantras susurrados al lector) serán rasgos decisivos y fundamentales para referirnos al segundo período de la poesía de Alexis Naranjo. Desde luego, en El oro de las ruinas hay textos largos, pero a lo largo del libro mismo, uno parecería asistir a una mayor contención expresiva –o, en el caso de Naranjo, más bien a un sucesivo despojamiento- que nos lleva a los fragmentos poemáticos finales que son, a mi entender, lo más bello del libro.

Como tercer punto de mi intervención quisiera señalar el cambio de registro expresivo que supone Ámbar Negro con respecto a Sacra. Mi primera observación es obviamente temática: el encuentro de los amantes es en Sacra, lo que en Ámbar Negro es una conciencia del sujeto enfrentando –o confrontado- con la sociedad contemporánea de pantallas plasma, centros comerciales, rutinas financieras, espacios cerrados, etcétera. La segunda observación está relacionada con la manera en que la persona poemática es reinventada en los textos: en Sacra, el poeta juega con los pronombres. Así, tenemos un sujeto que, a momentos pareciera dirigirse al lector, en ocasiones a la amada y en ocasiones a sí mismo (como en la película El Espejo de Andrei Tarkovski), pero otras veces es la amada quien habla. Esa ambigüedad enriquece ciertamente el texto poético y no carece de un componente alquímico. En Ámbar Negro, la invención de la persona poemática está centrada en un sujeto observado a través de un vidrio fractal (como un tú). Así ocurre en el poema titulado “Miamense” de la sección “Travel Gems”:

Por un instante captas la opresiva y lujuriosa
Grandeza delconjunto.

Luego, ya estás ocupado en acelerar por la I-95.

Es un acto de contemplación urgido por la secuencia, por el efecto dominó del mundo, es un espacio enfrentado a la velocidad: el imposible cronotopo de nuestra época. La tercera observación está relacionada con el arte del epígrafe que se despliega a lo largo del poemario. Con excepción del texto de Juan Manuel Bonet, en Sacra, el poeta nos había situado, mediante los epígrafes que encabezan cada sección, en un lugar de enunciación que situaba nuestros sentidos y nuestra memoria en una época en la cual los procedimientos alquímicos estaban en plena vigencia. El surco que avanza desde los clásicos latinos hasta el tiempo de la escolástica está muy marcado en Sacra. Repito: las referencias alquímicas de Sacra son muy importantes. Por otro lado, en Ámbar Negro los epígrafes provienen de una entrevista realizada a la baterista Evelyn Gleenie, de Taliesin el poeta celta que John Evans daría a conocer hacia el siglo XIII. Esa convergencia de hallazgos obtenidos de la música contemporánea y la poesía celta nos hace pensar en el locus de enunciación de este libro. Es un libro que se sitúa en la contemporaneidad, apelando e interpelando a los antiguos referentes expresivos e imaginísticos del poeta. (Pienso ahora en la película Samsara aludida en el poema “San Viernes”, correspondiente a la sección Hebdómadas).
Eso me lleva a la cuarta parte de mi intervención. Me remitiré a varios textos de Ámbar Negro. Apunto que el poemario está dividido en cuatro partes (que avanzan desde la conciencia poética en medio del paisaje clónico de las muchedumbres, hasta la concentración de los materiales en un sensible e inteligente texto largo, llamado “la Casa del Incienzo”). Estas cuatro partes están sólo numeradas y divididas, a su vez, en ocho secciones con título. Voy a centrarme en mi sección predilecta del libro titulada “Travel Gems”, básicamente porque subraya un tercer momento en la poesía del autor y por el modo en que la conciencia del sujeto poemático parece establecer una muy particular tensión con respecto a la velocidad –o aceleración, sería más exacto- de nuestra época. Como dije al principio, uno siente la imposibilidad de articulación entre lugar y tiempo, la ausencia de un lugar para el espíritu humano. La idea del paseante asistió a mi mente cuando leí esta sección del poemario. Sí, pero de un paseante con una profunda conciencia para leer el mundo. Por ejemplo en el poema “Aventura Mall” donde el poeta dice:


Planta tu mirada
espejo sellado para
tu rostro en avalancha.

Y corcovea
en aquel cielo de estuco.



La mirada del poeta es una mirada sensible y atenta, pero no ante las calles de la ciudad burguesa emergente de la época de Baudelaire, sino ante los engendros hipertélicos, llamados centros comerciales, de nuestra época. De hecho, “Black Box”, quizás el poema más interesante de esta sección hace referencia a un cierto tipo de tecnología que usa estas pantallas plasma, llamada touchscreen. «Vivencias fractales» dice uno de los versos de este poema. En efecto, uno siente esa escisión de la sujetalidad ante la intervención casi quirúrgica de la tecnología. De la idea que tenía Platón respecto a la obra de arte como un eidolon, como una representación falsa de otra representación falsa (la realidad material), las pantallas plasma sobre las que Naranjo hace giros metafóricos y metonímicos nos dan mucho que pensar. El siguiente poema de la sección titulado “Sunny Isles” nos remite a esos lugares seudoparadisíacos en los que el cuerpo es intervenido:


Y las jóvenes y las ancianas
ávidas de inmersiones, contorsiones, reversiones


El cuerpo contemporáneo está atravesado por el carácter fractal de nuestras autorepresentaciones, por el biopoder impuesto mediáticamente por la moda. Dispositivos mentales que nos hacen vigilar nuestros cuerpos: quirúrgica, químicamente. El poeta toma apuntes a la manera, como dije, de un paseante que observa con sensibilidad esta época alienada. De hecho, la intervención en los cuerpos es sólo uno de los puntos que toca Naranjo. En el siguiente poema, “Electronic Beauty”, el poeta registra las onomatopeyas que produce la conexión por fibra óptica (acaso un mantra para los tecnopaganos, secta neoyorkina que cree posible transferir no sólo la memoria sino la conciencia del yo a un ordenador).

Abres la conexión
y aparecen las diosas
en su beat, beat, beat

El cuerpo del otro convertido en virtualidad pura y el cuerpo propio en una ortopedia, en una ergonomía de tal grado (aplaudan pues ortopédicas palmas, dice el poeta) que casi deviene en pura función. El siguiente texto, “¡Holly Shit!” es una interpelación irónica a esa filantropía de pacotilla que, en mundo aséptico, parecería –repito, parecería- una desmesura: «such an amazing thing» dice el poeta citando una expresión coloquial, en un contexto muy sugerente. En el siguiente texto de la sección, “Stars and Stripes”, el escenario burocrático posdigital que se plantea en el texto llama la atención sobre todo por que termina con una factura. De algún modo, el carácter fractal de nuestra condición puede leerse bien en este poema. En la primera parte, el sujeto poemático, reflexiona sobre el carácter tenso de la situación representada: el ingreso a una oficina. Banderas azul, rojo y crema a la vista. Luego hay un par de versos realmente memorables: «tantos documentos/ para justificar tu inexistencia». Me recordaron al hermoso poema de José Hierro titulado el Pasaporte: «unas escasas hojas de papel/ sobre tantas cosas que ya no tienen realidad». Luego, los ojos sobre la factura. Sí, son tiempos en los que el número ha reemplazado a la letra como elemento de intercambio humano. La factura es verbigracia el ejemplo de ello. El acierto de Naranjo está en insertar este documento de lo meramente vulgar en un contexto de un poemario donde adquiere un carácter aurático: la cifra deviene la cifra.
El siguiente poema, como casi todos de la sección, lleva un título en inglés: “You mean business”. Este poema me recordó otro correspondiente a Profanaciones, donde el poeta hacía alusión a un texto de Angelus Silesius. El azar, la identidad como fractura, pero sobre todo como identidad en movimiento, parece recorrer la idea de que la moneda caiga de canto: «ni cara, ni cruz». El siguiente poema de la sección es el segundo en mis predilecciones. “Outsider’s inside”. La idea platónica de que el poeta debía ser expulsado de la ciudad ideal (porque, el papel paidéutico de la poesía en aquellas épocas era importante y no se debían ofrecer eidolones a los muchachos) se vuelve sugestiva en una voz que ha recogido las sabias lecciones del pensamiento oriental. No obstante, el cuerpo del sujeto poemático parece atravesado por la ciudad reticular, por el encapsulamiento físico. El cuerpo como un objeto intervenido aparece en este poema, cuyos versos intermedios cito a continuación:

Pero sí es tan solo tu cuerpo desintegrándose
-calcinación salvífica
y los oficiantes congratulándose
en impávidos monitores.

¿Queda lugar para la conciencia poética en este espacio? Alexis Naranjo nos hace ver que sí y para una conciencia muy lúcida. No en vano, el último título de la sección se llama “Happy Ending” (como aquel poema, también bello, aunque de tema harto distinto, de Gil de Biedma) y nos habla de esta “procesión descabezada”, de este “mall hipertélico”, de este mall que excede sus propios límites. Sin embargo, el hueso, símbolo de lo indestructible y en cuyo centro se conserva la vida, parece señalarnos la absoluta vigencia de la lucidez poética. De las otras secciones del libro -no me quise alargar mucho aunque quizás ya me alargué- voy a señalar mis poemas favoritos. Así, de la sección “Hebdómadas” me gusta mucho “Jueves”, porque me hizo imaginar a las muchachas que reparten volantes como musas prerrafaelistas; de “Élitros” a “La Montaña Lushan en Quito”, bellísima recreación de un texto de Li Po -con la cascada púrpura incluida -en medio de los andes ecuatorianos; De Ábrete Sésamo, “Poiesis”, por la imagen humanizada de Baco, De “Restitución de la Sombra”, el poema “Bardo” dedicado a Henry Klein, de “Devenires” el poema “Karma” por la sensación de duda que es capaz de despertar (el octuple sendero y la noción de acabar con el Dukka, con el sufrimiento). Finalmente de la casa del incienzo sólo citaré los dos versos iniciales para provocar a los asistentes a que lean el libro:

Si no ves la puerta de entrada
Prueba a encontrar la de salida

Sugiero que entren a la lectura de Ámbar Negro que como dije es, de entre los ámbares, uno muy raro. Alexis Naranjo ha tenido la generosidad de entregarnos un fragmento de él. Atentamos pues a su bellísimo libro.

[1] Severo Sarduy, “El barroco y el neobarroco” en América Latina en su Literatura, México-Madrid-Buenos Aires-Bogotá, Siglo XXI, 1980, p. 65.
[2] Josu Landa, Más allá de la palabra, para la topología del poema, UNAM, México, 1996, p. 143.

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